Entre cero y ocho mil metros - Homenaje (en vida) a Kurt Diemberger

Vaya. Se me pasó la fecha, y por algunas semanas...

Hace más de un mes... fue el aniversario del nacimiento de Kurt Diemberger, austríaco, un 16 de marzo de 1932. Hace un buen tiempo de eso, sí, pero... tiempo era ya de recordarlo al mundo desde esta pequeña ventana. Alpinista, montañero, mineralogista, eterno nómada y... diría que escriba de las alturas y las lejanías. Empezó, como yo en los Pirineos, buscando minerales en los Alpes montado en una bicicleta que perteneció a su abuelo. Todavía vive: tiene 84 años el chaval. Y es sin duda uno de los más grandes.

Pionero entre los de su estirpe: culminó por primera vez en la historia humana documentada el Broad Peak en 1957 junto a Hermann Buhl -quien ya 'estrenó' el Nanga Parbat en 1953, primer ocho mil de la historia sólo y sin oxígeno desde el último campamento y con la ayuda del buen tiempo- y otros dos compañeros, todos ellos austríacos; Buhl lo escogió debido a que ya mostraba afición por la escalada sobre hielo; plantó igualmente en 1960 el primer pie humano sobre el Dhaulagiri junto a compañeros de una expedición austro-suiza; sobrevivió a una dolorosísima tragedia en el K-2 en 1986,...




Perdió a su compañero de cordada, el ya mencionado y legendario alpinista Hermann Buhl en el mismo año 1957, días después de coronar el Broad Peak, en el ascenso al pico pakistaní Chogolisa. Al parecer esa ascensión era ilegal para las autoridades pakistaníes, que le prohibieron después a Diemberger por un tiempo la entrada en su país. No comprendieron lo que en ese momento debió ser para estos alpinistsas sentirse pletóricos, aún llenos de fuerza y probar con la montaña de al lado... aunque la cosa acabase en tragedia. El cuerpo de H. Buhl jamás fue encontrado; quizás aparezca un día de éstos, con el cambio climático y el deshielo global...

(Buhl había culminado en 1953 el primer 8.000 de la historia en solitario y sin oxígeno a la cima del Nanga-Parbat, lo atestigua el piolet que allí dejó y que una posterior expedición japonesa descubrió. Aunque es verdad que lo logró 'dopado' con Pervitina, un medicamento estimulante. Por cierto que el segundo ser humano en coronar un ocho mil en solitario y sin oxígeno pero esta vez desde el campamento base -de hecho el primero en esta categoría- fue Reinhold Messner, en 1970 y precisamente en la misma montaña Nanga Parbat., además por la vertiente 'Rupal', con sus 4.600 metros de desnivel la más alta desde su base del planeta. Messner es un personaje polémico, últimamente metido a político, considerado por muchos un innovador y hasta una especie de 'gurú', por unos pocos un 'fantoche' en el mundo del alpinismo. Perdió a su compañero de cordada, nada menos que a su hermano Günther, durante ese descenso, y otros dos compañeros de expedición lo acusaron de haberlo abandonado ya durante el ascenso anteponiendo su propia vanidad y afán de protagonismo. Posteriormente Reinhold volvería a esa escalar esa montaña deshaciendo la ruta al revés, buscando sin éxito algún resto de su hermano: perdió ahí todos los dedos de los pies y algunos de una mano; tiempo después se halló un resto del cadáver de su hermano identificado mediante ADN, pero lo cierto es que la polémica continúa y que el propio Reinhold la azuza...).

Kurt Diemberger -a quien también le faltan algunos dedos en sus extremidades, perdidos en sus batallas contra la severa congelación-, como he dicho, pertenece a la élite, al virtual club de los más grandes. En primer lugar por su factura humana, que se constatará obviamente en el trato humano -se dice que posee el raro don de ser capaz de transmitir a su compañero toda su vitalidad y su entusiasmo innato por las montañas-, pero que a falta de éste nosotros podemos apreciar al menos en sus escritos; como acertadamente señala el autor del blog Montaña y Alpinismo Clásico:
Posee una narrativa directa, apoyada en frases cortas (...) Entre los capítulos dedicados a sus primeras escaladas por el mundo... prioriza las relaciones humanas, tanto en el día a día como en el sentimiento hacia el compañero de cordada (...) Nos cuenta sus aventuras en la norte del Eiger, el Gran Zebrú... coronado por un inquietante merengue de azúcar o la tormenta eléctrica soportada en la arista de Peuterey. También sus expediciones al Broad Peak (8.047m.) y Dhaulagiri (8.222m.)... cumbres vírgenes hasta ese momento. Incluye otras escaladas en el Tirich Mir (7.708m.) y la tremenda pérdida de su amigo Hermann Buhl en el Chogolisa (7.654m.)... "el desgarro de la cornisa... la sacudida"... un capítulo estremecedor y emotivo. (...) Profesor de matemáticas, aritmética comercial y contabilidad... nos mantiene en vilo constante, con pensamientos cruzados buscando respuestas a la existencia del ser humano y su relación con la montaña.
Un libro de culto... y de mesilla de noche.

En segundo lugar, por sus logros: uno de los únicos tres seres humanos en lograr el primer ascenso a dos ocho miles; un referente en cuanto a coronar este tipo de cimas al 'estilo alpino' o ligero, lo que significa sin porteadores de altura y sin oxígeno, pero siempre apoyado -y apoyándoles él- por uno o más compañeros de cordada; pero es que en la década de los 50 ya había escalado cuatro de las seis grandes caras norte de los Alpes: Eiger, Matterhorn o Cervino, Gran Zebrù y Grandes Jorasses, algo notable en esa época y, en mi opinión, en cualquier época; otras conquistas y deambulares por la cordillera del Hindu-Kush con su furgoneta VW: primeras ascensiones al Nobasium Zom, al Tirich West IV, posteriormente (1967) el Shartse II; poco más tarde subiría al Makalu y al Everest, así como al Gasherbrum II; en los 80 realizó diversos viajes junto a Julie Tullis, en plan cinematógrafos de la alta montaña, cámara en mano, incluyendo una revisitación del ascenso al Broad Peak y una subida al K2 en 1986... que acabó en tragedia, muriendo ahí su compañera.

Diemberger es Presidente Honorario de la Mountain Wilderness International. La pág. web de esta organización tiene su interés, entre otras cosas porque ahí se habla del cambio climático desde un prisma interesante.

Piolets de Oro condedidos hasta ahora (una especie de premio Nobel del Alpinismo):

    2009 : Walter BONATTI
    2010 : Reinhold MESSNER
    2011 : Doug SCOTT
    2012 : Robert PARAGOT
    2013 : Kurt DIEMBERGER
    2014 : John ROSKELLEY
    2015 : Chris BONINGTON

...

Cada cierto tiempo me viene a la mente el que es quizá el mejor libro de Diemberger, uno que marcó mi temprana juventud:

'Entre cero y ocho mil metros'.

Creo que es la tercera obra de K.D., del año 1970 -ésa es la edición original, pero parece que existe una segunda de 1995 corregida por el propio autor-. Hace bastantes años que dejé de poseer un ejemplar de esta obra, creo recordar que lo vendí junto a un generoso lote de otros libros con ilustraciones: yo era muy joven y necesitaba urgentemente dinero. No diré para qué.

Quizás por eso de vez en cuando me sobreviene un dolorcillo en el alma. Una vocecita me susurra que no debí desprenderme de ese ejemplar, aunque lo había ya leído y releído unas tres veces.

'Entre cero y ocho mil...' marcó mi ya preexistente afición por la montaña y mi curiosidad por la escalada. Dio sentido a mi incipiente biografía: casualmente igual que Diemberger y su padre, yo también tuve un familiar -mi tío Jordi- aficionado a la mineralogía que me llevaba de excursión al Pirineo y Pre-Pirineo, a explorar y descubrir todo tipo de minerales y fósiles. Cada gema de cuarzo o amatista nueva descubierta, cada fragmento de cobaltocalcita, cada cubo de pirita -el oro de los tontos, me decía que le llamaban porque se parece mucho al preciado metal-, cada trilobites o caracola fosilizada rescatada me descargaba una pequeña dosis de adrelanina. Junto a mi tío me hallaba de repente ante la inmensa ciencia geológica, en contacto directo con la Tierra y su historia no escrita pero a veces trazable e intuible. Y a menudo, más arriba, la imponente montaña, en ese momento casi inexpugnable pero nunca irrenunciable.

Marcó ese libro también para siempre mi estilo de escritura literaria -espontánea, espaciada, muy espaciada como necesitando y permitiendo respirar, como cuando casi alcanzas la cumbre, siempre en busca de cómo se expresaría un 'alma' plena a punto de alcanzar una cumbre-, en el supuesto de que mis escritos tengan estilo alguno. Y me ayudó a 'procesar' experiencias con otros seres humanos, sobre todo en la montaña y que, gracias a la lectura de Diemberger, resultaron todavía más humanas.

...

Creo recordar quién fue que me recomendó la lectura de este libro. Esto se aparta un poco del núcleo del artículo, pero... es mi blog y son mis recuerdos.

¿Se acuerda por casualidad el lector 'madurito' de los primeros anuncios publicitarios por la TV española post-franquista de ese producto alimentario llamado Nocilla? Sí, esa sustancia chocolatosa azucarada, untable y asquerosa que triunfó un buen tiempo y persistió en millones de desayunos y de meriendas -¿cuántos cánceres habrán aparecido a raíz de esa moda alimentícia? no hay estudios sobre el tema-. Esos primeros 'spots' publicitarios los protagonizaba un niño muy bonito él -como en la mayoría de spots donde por desgracia se utiliza a niños- con el pelo muy rubio.

Bueno, pues unos años más tarde, en nuestra primera adolescencia coincidimos 'el niño de la Nocilla' y yo en el colegio. ¿Y qué hacíamos? Pues recuerdo que en la clase de gimnasia el profesor nos permitía a él y a mi hacer ejercicios o 'flexiones de dedos' con los travesaños de las espalderas, es decir levantar varias veces todo el peso del cuerpo usando un sólo dedo -cualquiera de los cinco, incluyendo el meñique- de ambas manos, mientras los demás alumnos se daban de bruces saltando el potro, comprobaban la realidad del sentimiento de impotencia al intentar subir la cuerda, u otras tonterías similares. Lo nuestro era un privilegio -¡gracias, entrañable profesor negrito camerunés!, no recuerdo tu nombre pero sí que nos llamabas a todos 'oye tú, plátano'-. Ese 'aparte' en clase de gimnasia resultó un muy buen entrenamiento para la escalada. Estaba yo entonces muy 'fibroso', claro, lo cual me ayudó a realizar algunas conquistas topográficas... y otras entre el género femenino.

Ese chico 'de la Nocilla' -no voy a dar aquí su nombre real- venía iniciándose en el arte o deporte de la escalada antes que yo. Ya a su edad estaba bastante loco, como muchos escaladores jóvenes cuasi-fanáticos. Y era bastante tartamudo, pero había desarrollado un interesante recurso que le permitía superar como podía ese problema: al bloqueársele la siguiente palabra, sílaba o letra que intentaba enunciar, parte de su organismo se contorsionaba y, a modo de explosión contenida y repentinamente liberada, lograba soltar la siguiente palabra o sílaba. El efecto era espectacular, un sonoro bramido que incluía el fonema o sílaba-puente necesario, pero lo proactivo del asunto era que así resolvía ese obstáculo fonológico... y de paso se creaba una personalidad peculiar. Recuerdo que fue él también quien me indujo a la lectura de Nietzsche -filósofo de las alturas, claro-. Un tipo especial mi compañero del cole, que iba para geólogo y sé que lo logró. Perdí desde entonces el contacto, pero le deseo lo mejor.

(Por cierto, este 'Niño de la Nocilla' nada tiene que ver con el inexpresivo chico que aparece en un video de Youtube del mismo título, un tal Enric Escudé: ése no es el original niño de los primeros anuncios de la marca de Starlux, posteriormente Nutrexpa).

...

En fin, esto viene a ser sólo un humilde homenaje a un grande del alpinismo, del montañismo, de la magia de la naturaleza, de la expresión escrita montaraz y bello ser humano, a quien por desgracia no he conocido en persona y me temo que no llegaré a conocer.

La lectura para mí extraviada de esa obra de Diemberger me viene de vez en cuando a la mente, como he dicho. De modo que... hoy mismo busco a ver si existe un 'ebook' o PDF o EPUB descargable en castellano -o en catalán, así era la edición que yo conocí- de algún libro suyo para bajarme, especialmente éste claro. Lo he localizado a la venta en una librería 'online', pero es como que de repente lo necesito ya, para ahora mismo.

El buscador de Internet no me ofrece el recurso... Abro 'la mula'... ¡Lo encuentro, pero en italiano! Tra zero e ottomila... Da igual: me lo bajo, me defiendo más o menos bien con ese idioma, y necesito volver a tocar las páginas de ese libro, aunque sean virtuales.

No sé. ¿Necesitaré encontrarme? ¿Será que casi estoy llegando a la cima de una etapa de mi vida, probablemente significativa? ¿Y que sé que debo ir con mucho cuidado durante el descenso, antes de emprender una nueva cumbre?

"Los libros suelen tener un principio y un fin. Éste no, y tal página podría encontrarse en cualquier sitio y, por descontado, fuera del libro.
Mi vida continúa, no conozco su principio ni tampoco su conclusión.
En un ángulo de mi cuarto, pendiente de un tenue cordón, cuelga el 'mundo'. Podemos mirar a su través, ya que consta de dos simples anillos de paja. Algún que otro recorte en forma de estrella recuerda la Navidad, pero esto a penas tiene importancia. Es más, una de las cuatro estrellas se ha caído con el transcurso de los años. La esfera, sin embargo, no para de girar ora a un lado, ora al otro. Sólo raras veces está quieta.
He llamado a estos aros de paja 'el mundo'.
Porque un cero no es nada; pero un cero que ha comenzado a girar debe forzosamente ser algo...".
Cap. 'Página Cero', Entre cero y ocho mil metros, K. Diemberger
¿Fue la primera edición en italiano? Qué más da, suena hermoso y se comprende casi todo:
(...) Le stelle brillano tremolanti. Odore di terra e di neve. Una notte inverosimile. Attraversiamo un piccolo ruscello. Ma non è quello dei cristalli. Pian piano una grande nuvola a forma di pesce scivola nel cielo stellato.
Il buio diventa più fitto.
«Parli poco, oggi» dico, tanto per parlare.
«Ma vedo molto. Ti sei accorto della nuvola?»
«Sì.» Ora si trova proprio sopra di noi, sospesa sopra la punta degli alberi, imprecisa nei contorni eppure di forma regolare. Dietro a lei sbucano di nuovo le stelle, una ad una. Non si vede niente della mia parete coi cristalli.
Proseguiamo. Dove sarà mai quel ruscello? Esiste ancora? Troviamo chiazze di neve sempre più abbondanti tra gli alberi. Sbuchiamo in una radura. Lo sguardo spazia libero su per la valle. Gole dalle rocce scure, ripiani di pallida neve, di cime appena visibili… No.
«Cos'hai? C'è qualcosa che non quadra?» la voce suona impensierita nell'oscurità. Mi sono fermato.
«Sì, siamo andati troppo avanti… può darsi che il ruscello non esista più; proprio non capisco…» devo ammettere. Silenzio. La valle vuota dinanzi a noi… «E tu, che eri tanto sicuro.» Non rispondo. Sì, credevo. Che fare adesso?
«Vieni, torniamo indietro, troveremo il ruscello. Dopo uno degli ultimi fossati c'è la parete…»
Dobbiamo trovarla. Devo trovarla. Non può essere altrimenti…
Cap. 'Cristales', Entre cero y ocho mil metros, K. Diemberger

¿Lo he dicho ya?:

Recomiendo desde aquí, y para ya, la lectura de 'Entre cero y ocho mil metros'. Su autor: Kurt Diemberger.

¡Nos vemos después del descenso en 'rappel', tío!

3 comentarios:

  1. Enzo Lòpez Fedelli02 enero, 2018 17:44

    Todos los libros escritos por este Gran Montañista Kurt Diemberger son de una calidad increible al leerlos se pueden conocer los enormes conocimientos que posee este guia de montaña sobre los ocho mil.

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    1. Gracias Enzo por tu amable comentario.
      ¿Qué puedo añadir?
      Quizás ha habido otros teóricamente mejores abriendo vías o batiendo récords -y eso que él ya es un referente en eso-. Pero para mí será siempre el mejor, al menos un gran referente. Por su enorme cualidad y calidad humana. Con él desperté en mi temprana juventud a la conquista de la montaña, la mineralogía, el compañerismo, la escalada puntualmente extrema,... en definitiva al reto de conocer los misterios de la vida en este planeta y al de comprender -y quizás a partir de eso trascender- mi propia humanidad.
      Saludos

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  2. Enzo Lòpez Fedelli02 enero, 2018 17:58

    Los libros escritos por el Gran montañista Kurt Diemberger son de una excelencia increíble y nos permite conocer lo que significa escalar un ocho mil.

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